A través de los 2000 deseos, de aproximadamente 1000 habitantes de esta ciudad, depositados en mi escultura del Museo de la Ciudad de México, intento trazar un primer mapa de esta geografía sin fronteras en la que fácilmente se reconocen poblaciones de deseos, reunidos todos en torno a un objeto. Cuando me pregunté hacia dónde se encamina cada uno aparecieron barrios con mayor y menor densidad de habitantes. Acumulaciones con diferentes proximidades entre sí que, aunque no definen toda la oscura forma del espacio del deseo, centellean puntos de atracción y dibujan una constelación que lo señala.
Por afinidad los deseos se agruparon en torno al sujeto que desea para sí mismo (42.45%) y para/con los otros (57.55%) éste último está dividido en: amor (8.78%), familia (16.08%), estudio-trabajo (13.30%), ciudad-país (11.88%) y mundo (7.50%). Dentro de estos, debido a que el deseo se mueve con el tiempo, distinguí cuatro áreas de edades con criterios estadísticos: los menores de edad, de 18 a 29 años, de 30 a 49, y mayores de 50.
Con los años se reconocen zonas constantes y algunos cambios. El más citado objeto de deseo en el entorno es la familia, para la que se quiere su bienestar en todas las edades. Sin embargo, mientras niños y adolescentes expresan además su deseo en relación con ambos padres y especialmente la madre, otros quieren llenar la ausencia del padre, los de 20 años quieren formar una familia, los de 30 en adelante esperan la realización de los hijos, apareciendo además en el grupo de mayores de 50 el anhelo de que el/la esposo/a cambie. En el amor hay 3 deseos equilibrados y constantes hasta los 50 años, el que busca el amor ideal, el de tener pareja, y el de mantener una buena relación con la pareja, después, de un momento a otro, casi desaparece. La estrella del estudio y el trabajo también se apaga pero más lentamente, después de ser el estudio y el éxito profesional el mayor deseo del grupo de menores de 30 años, todavía son considerables en el siguiente grupo las ganas de terminar los estudios, tener trabajo, y buenas condiciones laborales, para reducirse casi totalmente una vez cumplidos los 50. En compensación el interés por la situación de la ciudad y el país se incrementa. La seguridad en las calles de la ciudad es el deseo más constante para esta urbe. En cuanto al país, al principio los deseos son diversos, los de veintitantos esperan un cambio cultural, económico y político, y los mayores, sobretodo, quieren otra forma de gobierno. El mundo está lleno de buenos deseos que básicamente anhelan la paz y la justicia para todos, expresados con mayor frecuencia entre los 30 y 50 años.
Un deseo siempre incluye al sujeto que lo enuncia, nos incluimos en el deseo del bienestar del mundo y de nuestra buena relación con los demás, y en muchas ocasiones, en este caso casi la mitad de los participantes, desea directamente para uno. Para comprender estos, los reuní a partir de las acciones más básicas: ser y estar, hacer, tener. En este campo, el mayor deseo es el de ser feliz y sentirse plenamente realizado/a seguido de tener alguna determinada forma de ser, de actuar. En el grupo de 30 a 50 años se invierte este orden. A la vez que en los más jóvenes estas categorías son superadas por la ambición de tener bienes materiales (riqueza, cosas, y casa), quizá porque se incluyen los juguetes, manteniéndose en el tercer lugar en el resto de los grupos. Juegos y aficiones se igualan en el cuarto lugar con el deseo de tener relaciones sexuales en el grupo de los menores. Entre 18 y 29 años la proporción del deseo sexual se reduce hasta un séptimo lugar , tal vez porque sea un deseo satisfecho, empatando otra vez con el de practicar alguna afición, y regresa al cuarto sitio en los siguientes, deseando varios de los más viejos tener potencia sexual. Viajar ocupa el cuarto deseo del segundo grupo, seguido de poder, así como el quinto lugar de las personas entre 30 y 49. Servir ocupa la quinta posición en los deseos de los mayores de 50, con la misma cantidad que los de tener una muerte tranquila.
El deseo, nuestra estrella, es la forma que hoy tenemos del futuro. ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Podemos encontrar allí un sentido común? ¿Encaminarnos en una identidad colectiva de un mejor porvenir sin el peso de una historia siempre escrita por los vencedores? Este es un intento por constituir un espacio común y plural que se dé en la reunión de nuestros deseos personales. El reconocimiento y ampliación del deseo es la multiplicación de nuestras posibilidades del mañana.