Memorias de la acción El Banco Intersubjetivo de Deseos en Santafé de Bogotá, 2001

Durante Septiembre y Octubre, se intercambiaron los deseos de 650 personas, representativas de la población de Bogotá, por monedas de 1 deseo, que eran parte de la edición de 2000 monedas, dinero del BID, que representan igual número de deseos de habitantes invertidos en la ciudad de México.

Santafe de Bogotá es una ciudad de casi 7 millones de habitantes. Capital de un país en guerra. Ciudad secuestrada dentro de un campo de guerrilla, contras, y narcos. La ciudad se extiende bajo la cordillera del Monserrate. En sus faldas está el centro histórico, en el que comienza una numeración de las calles hacia el norte y el sur que hace muy fácil la orientación. En el norte viven las clases altas y en el sur las bajas. El norte es actual, con centros de moda, restaurantes internacionales, y todo lo que tiene una gran urbe. En el sur las clases bajas, conforme se alejan del centro son más recientes. La mancha urbana ha crecido rápidamente debido a la fuerte migración a la ciudad que provoca la guerra. En el campo multitudes dejan sus tierras abandonadas ante la amenaza de muerte y secuestro y llegan a instalarse en los márgenes de la capital. Sobre todo en la peligrosa ciudad Bolívar, al sur, y en los extremos del Este. Sin embargo la vida en Bogotá continúa apacible, en sus calles corre un cálido bullicio junto al miedo a un peligro latente. “No hay que dar papaya” dicen, por lo que son un poco cerrados en la calle para no dar la oportunidad. Después de todo son habitantes de un país en guerra. Aunque en general la calle es segura, existe la incertidumbre de ser asaltado e incluso muerto -“aquí un muerto más no importa” me dice alguien-, por lo que muchos simplemente no hablan con desconocidos, otros temen un asalto, o un secuestro con burundanga –escopolamina, sustancia que uno respira sin darse cuenta con la que se pierde la voluntad, y se queda a merced del asaltante al que se obedece en todo, hasta llevarlo a la casa y darle todas sus pertenencias-. Con estas condiciones el trabajo en la calle resultaba difícil. En muchos sentidos el miedo es una limitante del deseo. Al principio me resultaba difícil abordar a las personas en el espacio público, pedían garantías de seguridad, me fui dando cuenta de los elementos: Después de ubicarlos en un lugar de reposo, había que sacar, a distancia, el contenido de los sobres con el contrato y la ficha de depósito del Banco, para mostrarles que no traían burundanga. Abría los libros del deseo, de terciopelo negro, envueltos en un paño verde. Les ponía a la vista los 2 700 deseos invertidos en La Habana y la ciudad de México. Les ofrecía la plusvalía. Les daba el poder de 10 000 personas a las que representan en una encuesta estadística de los deseos en Santafe de Bogotá. Invertían su deseo y obtenían a la vez una moneda de 1 deseo de los fondos del Banco.

Comencé en el centro, en el barrio de la Candelaria. De día un espacio vivo, lleno de estudiantes, oficinistas y comerciantes. El trajín de la gente impedía el acercamiento. Busqué en las plazas y parques. En la plaza Bolívar entrevisté a algunos niños y jóvenes estudiantes. Entré a algunos negocios para buscar inversionistas. Por ejemplo, en un restaurante conseguí la amistad de Jac, el chef francés y de su mujer, ahí se creó una interesante situación de intercambio de deseos de los comensales y el personal. Después de recorrer el centro, hacia el poniente y el sur, pasé a la Macarena, un barrio cercano hacia el norte, en el que la vida se relaja en agradables restaurantes y apacibles calles. A sus pies, se encuentra el parque Independencia. Allí se reúnen para su esparcimiento diversidad de gente de estratos bajos y medios, de todas las edades, de diferentes zonas de la ciudad. El parque está abierto a todo público, con servicio de vigilancia, la gente se sienta en las bancas o se acuesta en el pasto, hace ejercicio, lo cruza, asiste a algún evento cultural. Encontré en ese jardín uno de mis principales centros de acción, en el que la gente estaba más dispuesta a participar, además con el paso de los días me fui integrando al lugar y me reconocía con los pobladores. A partir de ahí el trabajo comenzó a funcionar cotidianamente en las calles, completando la mitad de la encuesta, hasta el 11 de septiembre: La imagen de las torres gemelas de Nueva York cayendo impresionaron notoriamente a los bogotanos. Me parece que a pesar de la inseguridad que se vive en Colombia, queda expresado en muchos deseos la idea de poder emigrar y vivir en algún lugar seguro, sobretodo en Estados Unidos, la muestra de su inseguridad era la de no tener escapatoria de un mundo violento. Ese hecho hizo mucho más retraídas a las personas en la calle. Después, complicando la acción aún más, surgió la amenaza del ántrax: La noticia de sobres con esta bacteria en Estados Unidos se complementó con el constante rumor de sobres aparecidos en diversas ciudades de Colombia, lo que nunca se confirmaba pero crecía el miedo de la población. Nadie quería saber nada de sobres, como los del contrato y depósito del Banco. Hubo que dejar la calle y encontrar otra manera de realizar el trabajo. Así, recurrí a organizaciones sociales que me presentaran a los grupos que necesitaba en diversas zonas de la ciudad: Grupos de jubilados, organización de sexo servidoras, desplazados por la guerra, madres solteras, alumnos y profesores de escuelas públicas y privadas... Recorrí la ciudad pero en otras condiciones, dirigiéndome a lugares específicos para dar charlas del proyecto e invitar a participar a grupos específicos, siempre buscando el equilibrio de sexos, posiciones económicas, y edades. Al final, por medio de relaciones personales, asistí a casas de personas de clase alta, pues es un grupo de muy difícil acceso en la calle, quizá por ser más vulnerables a secuestros. En esta etapa lamentablemente se perdió la sorpresa de la acción en la calle pero, a cambio, se ganó en control sobre la representatividad de la encuesta.

Los deseos reflejaban la difícil situación que vive el colombiano: El deseo que más se repitió fue el de tener paz, como era de suponer, pero lo inesperado fue que el objeto de deseo en donde se concebía variaba desde la paz interior hasta la paz de la familia, del país y del mundo (6.7%). En segundo lugar tener dinero (4.7%) y en tercero resultó ser el de tener casa propia (4.5%), que seguramente responde a la fuerte migración a la ciudad. Muy cercano a estos quedó el deseo de viajar (4.13%).